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SOBRE FINALES Y PRINCIPIOS



     Me llevó muchos años elevar a categoría de biblioteca mi modesta colección de ese objeto adorado por mí llamado libro. No había pared, en aquella mi casa, susceptible de ser evitada en pos de una decoración ajena que no fueran estanterías donde colocar toda y cada nueva adquisición que cayera en mis manos, y nada me complacía más que llegar a mi hogar y recogerme en el abrazo cálido de los anaqueles repletos, hundirme en el sillón tapizado en cuero verde y perderme por los vericuetos y fantasías de las novelas.
     ¿Cómo elegir uno entre toda una vida? Por supuesto que los había favoritos, releídos y rememorados, pero uno, uno solo, se me encogía el alma solo de pensarlo. Así que cuando se me presentó el dilema, por esos avatares de la vida de los que uno cree estar a salvo, y tuve que dejar para siempre, aquella, la que fue mi casa, me vi en el amargo trago de enfrentar en cruento duelo a Poe con Maupassant, a Borges con Lovecraft, a García Márquez con Faulkner, a Torrente Ballester con Carmen Laforet, a Ursula K. Leguin con Carmen Martín Gaite... Y no pude soportarlo... Hice hueco en la maleta a base de prescindir de la ropa interior, un chaleco y alguna camisa, elegí aquellos que habían producido el chispazo más profundo en el interior de mi ser, cerré la maleta haciendo un gran esfuerzo y me marché sin mirar atrás, convirtiéndolo todo en una nebulosa que flotara para siempre en mis recuerdos.
     
     Hoy, aquellos pocos volúmenes, forman parte de una nueva biblioteca, eso sí, pequeña, pero biblioteca al fin y al cabo, y destacan a la altura de mis ojos exponiendo sus títulos en el estante dedicado a ello, al principio, al comienzo, porque siempre  hay uno para todo y los finales no son si no otra excusa para empezar de nuevo.


Ana Tomás García
@anniebuonasera

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